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jueves, 28 de febrero de 2019

COMUNICADO DE PRENSA, ONUSIDA insta a adoptar medidas para modificar las leyes discriminatorias a fin de restablecer la dignidad y el respeto, y salvar vidas.

El Día de la Cero Discriminación, ONUSIDA exhorta a los países a examinar las disposiciones discriminatorias que existen en sus leyes y políticas, así como a realizar cambios positivos para garantizar la igualdad, la inclusión y la protección
GINEBRA, 1 de marzo de 2019.—En 2018, diversos países tomaron decisiones históricas encaminadas a cambiar las leyes y los proyectos de ley discriminatorios. El Tribunal Supremo de la India derogó el artículo 377 del Código Penal, que tipificaba como delito las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo; Filipinas rebajó la edad de consentimiento para someterse a las pruebas voluntarias del VIH sin necesidad de obtener el consentimiento de un progenitor o tutor a 15 años; y Malawi eliminó de un proyecto de ley las disposiciones que criminalizaban la ocultación del estado serológico, la exposición al VIH y la transmisión del virus.
Con motivo del Día de la Cero Discriminación, ONUSIDA recuerda la igualdad de dignidad y valor de todas las personas, tal como se establece en la Declaración Universal de Derechos Humanos, y hace un llamamiento a la acción para cambiar las leyes y prácticas discriminatorias, que constituyen un obstáculo considerable para el acceso a los servicios de salud y a otros servicios.
“Se están produciendo violaciones de los derechos humanos por todo el mundo debido a las leyes y prácticas discriminatorias” afirmó Michel Sidibé, Director Ejecutivo de ONUSIDA. “Las leyes deben proteger, no perjudicar. Todos los países deben examinar detenidamente sus leyes y políticas a fin de garantizar la igualdad y la protección de todas las personas sin excepción”.
La sensibilización, la movilización y la adopción de medidas son fundamentales. El Día de la Cero Discriminación, ONUSIDA propone medidas concretas que las personas, las organizaciones de la sociedad civil, los parlamentarios y las organizaciones donantes pueden adoptar para modificar las leyes discriminatorias. Dichas medidas engloban desde ser un aliado de las personas afectadas por la legislación discriminatoria hasta unirse a una organización no gubernamental, proponer modificaciones a las leyes y exigir exámenes legislativos.
Es posible lograr cambios positivos y existen muchas formas de modificar o abolir una ley, por ejemplo:
  • Reformar o derogar leyes mediante los procesos parlamentarios y los votos de los parlamentarios.
    • Por consiguiente, es primordial fomentar la sensibilización entre los parlamentarios, como se hizo en el examen de las leyes relativas al VIH en Filipinas y los proyectos de ley de Malawi.
  • En muchos países, los tribunales tienen autoridad para derogar las leyes que resultan discriminatorias. Para ello, una persona u organización afectada por dichas leyes puede tomar medidas legales y ganar la causa a fin de lograr el cambio.
    • Un claro ejemplo fue el caso del Tribunal Supremo de la India, que abolió el artículo 377 en 2018.
  • En algunos países, las personas o los políticos pueden proponer reformas legislativas a través de una petición y solicitar un referendo o una votación nacional.
    • Se trata de un método legislativo normalizado en Suiza.
ONUSIDA ha señalado diversas leyes que son discriminatorias, que impiden el acceso a los servicios sociales y de salud, que restringen la libertad de circulación y que violan los derechos humanos.
En 2018:
  • Al menos 20 países imponían algún tipo de restricción para viajar a las personas que viven con el VIH.
  • Aproximadamente 29 países informaron de que las mujeres necesitaban el consentimiento de sus maridos o parejas para acceder a los servicios de salud sexual y reproductiva.
  • Cincuenta y nueve países notificaron que su legislación, sus normativas o sus políticas establecían pruebas obligatorias del VIH para casarse, trabajar u obtener permisos de residencia, o para determinados grupos de personas.
  • Diecisiete países criminalizaban a las personas transgénero.
  • Cuarenta y cinco países contaban con leyes que exigían el consentimiento de los padres a las personas jóvenes y adolescentes menores de 18 años para acceder a los servicios de las pruebas del VIH.
  • Treinta y tres países imponían la pena de muerte para delitos relacionados con las drogas en su legislación.
  • Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo estaban penalizadas al menos en 67 países y territorios de todo el mundo.
ONUSIDA está trabajando de manera activa con los asociados de las Naciones Unidas, los Gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil a fin de cambiar estas leyes, en el marco de la Alianza mundial de acciones tendientes a eliminar todas las formas de estigma y discriminación relacionados con el VIH.

miércoles, 27 de febrero de 2019

El Clínic atiende cada año a más de 200 personas de nueva infección por VIH.

La Unidad de VIH-SIDA del Hospital Clínic, dirigida por el Dr. Josep Mallolas, atiende a 200 personas de nueva infección por el virus del VIH cada año. Esto se debe, en parte, a nuevas modalidades de conducta social como el Chemsex, la combinación de relaciones sexuales con el uso de determinadas drogas para potenciar y prolongar la relación. Es por este motivo que se ha creado un programa pionero en Cataluña para la detección y seguimiento de las personas que lo practican. Esta práctica de alto riesgo puede derivar en enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis o el VIH, o problemas psicológicos y psiquiátricos graves.
Según ONUSIDA, hay 76 millones de personas infectadas por VIH y 35 millones de personas han muerto de sida. En la actualidad, 38 millones de personas viven con el VIH. En la actualidad en Occidente hay unos 2,5 millones de personas infectadas y 80.000 nuevas infecciones cada año, de las que más de 3.000 tienen lugar en España y 800 en Cataluña. Por tanto, a pesar de los nuevos tratamientos, la epidemia no está controlada y en los últimos 15-20 años el número de nuevas infecciones no ha variado de manera significativa, lo que indica que se deben tomar nuevas medidas para el control de la epidemia.
En la Unidad de VIH del Clínic se atiende a 6.500 personas, de las cuales 6.000 son pacientes en tratamiento infectados por VIH. Cada año se suman más de 200 personas de nueva infección, mayoritariamente hombres que tienen sexo con hombres. “Esta tasa de nuevas infecciones es la misma que hace 10-20 años, a pesar de las mejoras en los tratamientos y la información que se tiene sobre la enfermedad“, explica el Dr. Mallolas. “En gran parte se debe a nuevas modalidades de conducta social que actúan como detonante de un aumento claro de la incidencia de enfermedades de transmisión sexual, algunas tratables, como la sífilis, pero otros que no tienen tratamiento curativo como la infección por VIH“, añade.
En 2017, la Unidad de VIH del Clínic realizó 1.100 encuestas epidemiológicas anónimas a pacientes con VIH que venían a la consulta. A la pregunta de si habían tomado algún tipo de droga en el contexto de sexo, el 43% reconocieron haberlo hecho y el 25% ya tomaba metanfetamina, mefedrona o GHB.
Es por este motivo que el Clínic ha puesto en marcha un programa para identificar personas que practican Chemsex, dado que esta mezcla de uso de drogas y relaciones sexuales a menudo no se vive como un problema y no suele ser motivo de consulta.
En el programa participa un equipo multidisciplinar formado por médicos y enfermeras de la Unidad de VIH y de Urgencias, psicólogos y psiquiatras. Cuando se detecta un caso, se realiza una visita médica completa, se hace un análisis para identificar enfermedades de transmisión sexual y, según el resultado, se propone una derivación al psicólogo y/o psiquiatra. “Las personas que practican Chemsex vienen con otro problema médico, como enfermedades de transmisión sexual ó intoxicaciones. Cuando se les proponen medidas, a menudo te dicen que están bien, que no hay ningún problema“, señala el Dr. Mallolas.
Actualizar los conocimientos sobre la infección por VIH.
El Clínic-IDIBAPS es referente en el abordaje integral de la enfermedad, tanto desde la vertiente asistencial como en la de investigación. Se participa y se coordinan numerosos proyectos de investigación que tienen por objetivo avanzar en el control y en el tratamiento de la enfermedad desde la vertiente clínica (nuevas moléculas y estrategias de tratamiento), básica (vacunas preventivas y profilácticas) y social. En este sentido, se buscan nuevas modalidades de control del paciente mediante aplicaciones para dispositivos móviles y programas de prevención.
Hay que hacer un esfuerzo conjunto para identificar a las personas infectadas no tratadas para que puedan acceder a tratamientos para controlar la infección. Si además, implementamos estrategias de prevención de la infección, conseguiremos un control real sobre la epidemia “, concluye el Dr. Josep Mallolas, jefe de la Unidad de VIH-SIDA del Hospital Clínic y del grupo de investigación en SIDA e Infección por VIH del IDIBAPS.

viernes, 22 de febrero de 2019

Jean-Michel Molina: “La pastilla anti-VIH es una cuestión de derechos humanos”.

El estudio IPERGAY (2015) consagró la evidencia de que una pastilla tomada antes de tener relaciones sexuales desprotegidas impedía que se adquiriera el VIH (la profilaxis preexposición o PrEP). Y el PREVENIR, en curso, es el mayor hecho en la vida real, y va en camino de confirmar esa eficacia de cerca del 97%. Ambos tienen un investigador principal común, Jean-Michel Molina, francés nacido en Argelia hace 60 años con ascendencia española. Este médico parisino es más que un científico. Actúa como todo un abanderado de que "hay que incluir la PrEP en los planes para erradicar el sida, junto con el diagnóstico precoz y el tratamiento temprano (y sin olvidar el preservativo)". El problema es que "los Gobiernos son demasiado tímidos para implantarla".
Molina ha estado el 8 de febrero en Madrid para asistir al HIBIC, un encuentro sobre investigación en VIH que patrocina Gilead, el laboratorio que fabrica la pastilla. Casi no hay que preguntarle. Él solo enumera los hallazgos, las pegas "de los escépticos", y su respuesta ante los planteamientos de quienes desde puntos de vista científicos, económicos y éticos cuestionan lo que él propugna: "Que el acceso a la PrEP es una cuestión de derechos humanos. Todo el mundo tiene derecho a vivir una sexualidad libre sin la angustia de pensar que se puede infectar por el VIH. Porque, seamos sinceros, aunque la situación ha mejorado mucho, el diagnóstico no es una buena noticia. Por eso los afectados lo ocultan a su familia y a su entorno, y les supone tener que estar yendo al médico a consultas y pruebas. Y eso en los países ricos. En otros, la gente todavía muere de sida". 
En el estudio PREVENIR, todos los participantes (más de 2.100 actualmente, con planes de llegar a 3.000) tienen acceso a la pastilla que previene el sida. Se ha escogido a hombres que tienen sexo con hombres "porque entre ellos la incidencia del VIH es alta, y hace falta que haya muchos casos para hacer el estudio", explica Molina. Una vez establecida en el IPERGAY que la eficacia como protección es del 97% –"al nivel del preservativo", dice el investigador–, los dos grupos del trabajo se han conformado según el régimen en que van a tomas la medicación: los que lo hacen todos los días, o los que solo lo hacen antes de una relación. "Los datos preliminares indican una protección superior. No ha habido ni una transmisión". En Francia, la pastilla para la PrEP es gratis para los usuarios "para no crear una desigualdad en el acceso". Y la pauta que se recomienda es, si se desea utilizar esporádicamente, tomar dos entre 24 y 2 horas antes de la relación, y luego una a las 24 horas y otra a las 48. "Pero las personas no siguen siempre esta pauta o la de uso diario. Cambian según les interesa".
Con esta evidencia, el médico responde sin dudar a las pegas que la implantación del método recibe. "Hay quien dice que para qué dar una pastilla para algo que podría solucionarse con el condón. pero eso es como si dijéramos a las mujeres que no les damos píldoras anticonceptivas porque pueden usar el preservativo. Cada uno tiene que poder disfrutar de su sexualidad. Habrá quien quiera la pastilla, quien use el preservativo y quien quiera asegurarse utilizando ambos métodos, pero ese es su derecho", insiste.
También discute que deba restringirse su uso porque aumentan las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Aparte del símil con la píldora anticonceptiva, señala que "las ETS ya estaban en aumento antes de la PrEP. Además, siendo sinceros, estas se curan con bastante facilidad y no se pueden poner al mismo nivel que el VIH", dice. Y, además, añade que las personas que reciban la PrEP recibirán un seguimiento médico continuado, ya que tendrán que ir al médico a por la receta, lo que permitirá detectar antes si tienen VIH u otra enfermedad, vacunarles de las ETS que tienen vacuna y atender otros aspectos, como el consumo de drogas que se asocia a algunos comportamientos de riesgo (el llamado chemsex, relaciones generalmente en grupo estimuladas con drogas en sesiones que duran horas).
Por último, desmiente el argumento economicista. "En Francia, una persona con VIH le costará al sistema unos 500.000 euros a lo largo de su vida. La caja de 30 pastillas cuesta 200 euros en la farmacia, y se calcula que cada año tienen que recibir PrEP entre 60 y 70 personas para evitar una transmisión. El gasto compensa". Haciendo algunos números, eso quiere decir que en el peor de los casos, la medicación de esas 70 personas con una pastilla diaria son 168.000 euros. Y ello suponiendo que todas la tomen a diario, porque si siguen un régimen a demanda (solo cuando prevén que van a tener relaciones) será menos. Y eso sin contar con que ya hay medicaciones genéricas, que cuestan la cuarta parte. "Las personas no estarán toda la vida tomando la pastilla. Lo harán cuando no tengan una pareja monógama, cuando sean activos sexualmente", explica. Para evitar suspicacias, el Gobierno francés también reembolsa los preservativos, con lo que los dos métodos salen gratis.
Molina está convencido de que todo el que sienta que la necesita debe poder acceder a la pastilla. "No es un método de emergencia para gais promiscuos. No debe asociarse a ellos, porque entonces habrá quien no quiera recibirla o quien piense que no es para ello. Solo las personas en pareja monógama con una persona sin VIH o con VIH pero tratado y con carga viral indetectable [que la concentración de virus en su sangre es tan baja que no se puede transmitir] no son candidatos a recibirla", insiste. "Lo que es inaceptable es que le demos un diagnóstico de VIH a alguien a quien no le hayamos informado antes de que había una manera de evitarlo", concluye.


ESPAÑA SE PREPARA PARA LA IMPLANTACIÓN


La responsable del Plan Nacional sobre Sida, Julia del Amo, anunció el pasado noviembre que el Ministerio de Sanidad estaba estudiando cómo implantar el uso de la PrEP (profilaxis preexposición, la pastilla que previene de contraer el VIH). El pasdo 5 de febrero, la titular del departamento, María Luisa Carcedo, convocó el pleno de la Comisión Nacional de Coordinación y Seguimiento de los Programas de Prevención del Sida, que no se reunía en cuatro años. Y en él avanzó cómo estaba la situación.
Según han relatado personas que asistieron a la reujnión, se les informó de que en noviembre de 2019 se acordó con el laboratorio que fabirca la pastilla, Gilead, un acuerdo para que la donara para estudiar la viabilidad del plan de extenderla.
La Dirección General de Salud Pública, de la que depende el Plan, ya ha solicitado el permiso correspondiente a la Comisión de Salud Pública, que deberá contestar en marzo. Ahora falta que las comunidades den el número de personas candidatas a recibir este tratamiento, configurar un grupo de trabajo para la implantación.
Las ONG y sociedades científicas españolas tienen claro su apoyo a que se extienda el uso de esta medida, y Sanidad está de acuerdo con la idea general, pero hay que fijar las condiciones de acceso y calcular su impacto.
Fuente: El Pais.

martes, 12 de febrero de 2019

Hacer frente a los conflictos emocionales: tomar conciencia.

Para aprender a solucionar los conflictos emocionales, hay que comprender qué significado tiene este concepto. Ángel Ridao del Sol, actor y terapeuta Gestalt, nos ayuda a entenderlo.
“Un conflicto es la presencia contemporánea, en la misma persona, de dos motivaciones de carácter opuesto pero de gran intensidad. La emoción es un estado afectivo, una reacción subjetiva al ambiente acompañada de cambios tanto fisiológicos como endocrinos de origen innato, y que está influida por la experiencia personal y la función adaptativa que cada uno tenga en su vida. Son los estados internos, como el deseo o las necesidades del organismo. Las categorías básicas de las emociones son: miedo, sorpresa, aversión, ira, tristeza, alegría, tensión y desacuerdo, entre otras”.
El conflicto emocional más común que le suele surgir a una persona que recibe un diagnóstico de VIH es la no aceptación de la enfermedad; ¿por qué me sucede esto a mí? Una vez superada, o al menos aceptada, esta primera fase, pueden aflorar sentimientos de ira contra uno mismo y contra los demás, culpa, vergüenza, tristeza y, posteriormente, un amplio abanico de miedos: miedo al rechazo, a no ser aceptado por el entorno personal, a no encontrar una pareja, a infectar a otra persona, a no poder continuar con el ritmo de vida que llevábamos, a perder el trabajo, enfermar, morir, a no poder mantener la adhesión al tratamiento antirretroviral. Asimismo, puede surgir el estrés y la tensión ante los resultados médicos y la evolución de la enfermedad, e incluso también alegría mezclada con culpa al verte mejor que otros compañeros que también viven con VIH.
“Cuando rechazamos algún aspecto de nuestro ser nos dividimos, y es cuando entramos en conflicto con esa otra parte que también es nuestra. Este tipo de divisiones normalmente nos viene de nuestra infancia, por la cantidad de imperativos que recibimos del tipo: “eres un chico bueno o malo”, “esto se hace de esta forma”, “si no haces esto, no te vamos a querer”. Como adultos, además, hacemos nuestras otras sentencias que no nos pertenecen y que nos vienen dadas por los seres con los que nos relacionamos y por la misma sociedad en la que vivimos, y con todo ello entramos en un conflicto con lo que dicta nuestro corazón”, nos asegura Ángel.
Una vez que entendemos qué son los conflictos emocionales podemos dar el primer paso, que consiste en darse cuenta de lo que constituye nuestra realidad presente, cómo nos relacionamos, sentimos y reaccionamos ante los acontecimientos externos e internos; y también de las fantasías que creamos en nuestra mente, ampliando la conciencia de la responsabilidad de lo que uno es sin echar balones fuera y sin cargar con lo que es de otros y no nos pertenece.
En este primer proceso es importante comenzar a amarse en la totalidad, revisando y aportando luz a los aspectos en sombra que también nos pertenecen y que hay que integrar desde el amor y el consenso. Intentar estar en el presente; en el aquí-ahora es donde todo organismo tiende al equilibrio y a la sanación.
Ángel Ridao del Sol nos recomienda ampliar el tema con las siguientes lecturas:


    • Schnake, Adriana. La voz del síntoma. Editorial Cuatro Vientos; Enfermedad, síntoma y carácter. Editorial del Nuevo Extremo.
    Fuente: GTT-VIH.org

    lunes, 11 de febrero de 2019

    Vivir con el VIH y la violencia: las mujeres de Ucrania hablan y construyen solidaridad.

    En Ucrania, el 35% de las mujeres que viven con el VIH han sufrido violencia desde la edad de 15 años. Muchas mujeres no pueden decir definitivamente que han sufrido violencia, porque han sufrido y han sido testigos de violencia de género a través de generaciones y se ha normalizado. Para las mujeres que viven con el VIH, la falta de conciencia, los refugios y los servicios de apoyo plantean desafíos adicionales. Los grupos de apoyo entre pares y el Foro Nacional de Mujeres sobre el VIH, apoyado por ONU Mujeres, están generando conciencia, acción y nuevos comienzos para las mujeres VIH positivas sobrevivientes de violencia.

    Hanna Lilina se enteró de su estado de VIH durante un chequeo prenatal.  En Ucrania, casi la mitad de las mujeres que viven con el VIH en edad reproductiva aprenden sobre su estado durante o debido a su embarazo.  Foto: ONU Mujeres / Volodymyr Shuvayev
    Hanna Lilina se enteró de su estado de VIH durante un chequeo prenatal. En Ucrania, casi la mitad de las mujeres que viven con el VIH en edad reproductiva aprenden sobre su estado durante o debido a su embarazo. Foto: ONU Mujeres / Volodymyr Shuvayev
    Hanna Lilina se enteró de su estado de VIH durante un chequeo prenatal. La joven de 30 años estaba embarazada otra vez, acababa de dejar a su pareja abusiva y huyó del conflicto en el este de Ucrania, con su hija de un año.
    En Ucrania, el 35 por ciento de las mujeres que viven con el VIH han sufrido violencia desde la edad de 15 años (en comparación con el 19 por ciento de las mujeres que no son VIH positivas), según un estudio de 2016 realizado por una organización local llamada "Mujeres positivas", Con el apoyo de ONU Mujeres. Al igual que Lilina, casi una cuarta parte de las 1,000 mujeres encuestadas no pudieron decir definitivamente si han experimentado violencia en sus vidas, aunque las experiencias que compartieron fueron decididamente violentas.
    “No sabía cómo identificar la violencia. Después de haberlo experimentado desde la infancia, ni siquiera pensé en luchar contra él ".
    En Kiev, la capital de Ucrania, donde Lilina se reasentó, se unió a un grupo de apoyo de pares para mujeres que viven con el VIH, "Kyyanka +". El grupo brinda capacitación educativa y de concientización donde las mujeres aprenden cómo funciona la terapia antirretroviral, cómo enfrentar el diagnóstico y cómo vivir con su estado VIH positivo, y cómo divulgarlo mejor a los demás.
    "Supervisamos para asegurarnos de que nuestra asistencia no solo mejore la salud de las mujeres, sino que también mejore la calidad de su vida", dice Anna Aryabinska, una mentora del grupo de apoyo de pares, que también vive con el VIH. Antes de unirse al grupo, era muy escéptica, lo cual es típico entre las mujeres que viven con el VIH debido al estigma y el aislamiento que a menudo experimentan e internalizan.
    Anna Aryabinska "Casi todos están completamente sorprendidos al saber que he estado viviendo con el VIH durante más de 11 años". Foto: ONU Mujeres / Volodymyr Shuvayev
    Anna Aryabinska. ”Foto: ONU Mujeres / Volodymyr Shuvayev
    El grupo de apoyo ha tenido éxito en ayudar a los miembros a salir de situaciones abusivas, pero a menudo es un proceso largo. Algunos miembros que han optado por mantener en privado su estado serológico respecto al VIH pueden temer abandonar a su abusador por temor a la divulgación, un temor que el abusador a menudo usa como palanca para evitar que se vayan. “Es más difícil trabajar con mujeres que continúan experimentando violencia. "Se convierte en un círculo vicioso en el que nosotros le damos energía positiva a una mujer, pero si aún vive con su agresor, se va a casa y todo este trabajo se deshace por el abuso psicológico y físico que experimenta", continúa Aryabinska.
    “Los sobrevivientes tienen el poder de romper el ciclo de violencia y ayudar a otros”
    La falta de acceso a refugios y servicios adecuados es otro desafío para las mujeres sobrevivientes de violencia. "Nos preocupa la falta de albergues seguros y accesibles porque muchos albergues no aceptan mujeres seropositivas", dice Maryna Rudenko, gerente del programa “CEDAW en acción! De ONU Mujeres” financiada por Canadá que se enfoca en la implementación de CEDAW: Acuerdo internacional sobre los derechos de la mujer que el Gobierno de Ucrania ha ratificado. "Pocos sobrevivientes utilizan los escasos servicios disponibles, por lo que ONU Mujeres apoya los programas para crear conciencia sobre la violencia de género, alentar a los sobrevivientes a informar y buscar ayuda, así como a crear confianza con la policía local y los proveedores de servicios", agrega Rudenko.
    No dejes a nadie atrás ...
    "Enseño a mis clientes a valorarse a sí mismos, a su salud emocional y a que la honestidad, la comunicación abierta y la aceptación puedan actuar como un contrapeso a la violencia que han experimentado en sus vidas", dice Zhanna Matveyko.  Foto: ONU Mujeres / Volodymyr Shuvayev
    Zhanna Matveyko. Foto: ONU Mujeres / Volodymyr Shuvayev
    "Enseño a mis clientes a valorarse a sí mismos, a su salud emocional y a que la honestidad, la comunicación abierta y la aceptación puedan actuar como un contrapeso a la violencia que han experimentado en sus vidas", dice Zhanna Matveyko.

    Zhanna Matveyko, una de las trabajadoras sociales con otro grupo de apoyo llamado "Igual a Igual" en Lviv, Ucrania occidental, también ha experimentado la falta de refugios seguros. Matyevko creció viendo a su padre golpear a su madre, quien a su vez la maltrató físicamente. A los quince años, dejó su hogar y se involucró con las drogas y el trabajo sexual, lo que la llevó a la cárcel. Hoy en día, trabaja como trabajadora social con mujeres jóvenes y hombres que tienen VIH, y también con personas que superan la adicción a las drogas.
    Las tres mujeres forman parte del Foro Nacional de Mujeres sobre el VIH, que reúne a mujeres de Ucrania y de otros países de Europa y Asia Central, con el apoyo de ONU Mujeres y otros socios, para abogar por garantizar la participación de las mujeres en el SIDA local. consejos reforzar las medidas de prevención entre mujeres y niñas; y proporcionar asesoramiento y pruebas del VIH como parte integral de la respuesta a la violencia de género.
    Fuente: ONUMUJERES,

    martes, 5 de febrero de 2019

    Emigrar de Venezuela a Perú para encontrar la medicación contra el VIH.

    Cerca de la medianoche, en una calle oscura vecina al centro histórico de Lima, Micky (identificado así porque prefirió el anonimato) comienza a hablarle a los parroquianos que circulan por este lugar buscando algo inseguro: sexo al paso, rápido y barato. La luz es débil, la inseguridad campante, y la presencia de prostitución callejera hace del sitio un nudo de problemas que las autoridades no logran controlar.





    Pero Micky persiste y, por fin, logra abordar a un par de muchachos que, dubitativos, se acercan a la ambulancia que la ONG AIDs Healthcare Foundation (AHF) ha plantado este viernes para hacer pruebas de VIH en la calle, a quienes lo desean… "Mira, el VIH es un virus que solo se transmite por cinco vías: el líquido preseminal, el semen, el fluido vaginal, la sangre y la leche materna", les dice en un tono que denota convicción y claridad.
    Los dos jóvenes terminan de convencerse y se sientan en una mesa puesta en la vía pública por AHF, donde les pinchan los dedos y les extraen sangre para analizarla. Micky ahora se dirige a dos chicas transgénero que observan esa suerte de laboratorio ambulante. “Me siento útil haciendo esto y la medicina ha avanzado mucho en los últimos años”, comenta.

    Emigrar o morir

    Buena parte de su fuerza y persistencia en esta tarea provienen de su propia condición: él también es portador del VIH. A la vez, es venezolano. Llegó a Lima en febrero del 2018 en autobús, tras un viaje de seis días en los que hizo escala en Colombia y Ecuador. Inicialmente había pensado en ir a Argentina para tratarse, por recomendación del médico que lo veía, pero no pudo ser. "Por esos días el dólar se disparó y ya no fue posible ir allá", explica.
    Lo diagnosticaron en diciembre del 2017, en Caracas. Meses atrás, en agosto, se comenzó a sentir mal, cansado, se le hincharon las piernas, le salieron herpes en el pie derecho y le subieron hasta la cadera. “Me practicaron exámenes pensando que eran varices, hasta que finalmente me hicieron la prueba de Elisa y dio positivo”, recuerda. No era su crónico problema de falta de inmunoglobulina. Era el maldito virus.

    Habitualmente, le mandaba los resultados de sus pruebas por correo, pero en esta ocasión lo citó personalmente para conversar. “La reunión fue como a las cinco de la tarde, en su consultorio, y fue muy fuerte. Yo no me lo esperaba. Pensé que era la mala alimentación, por la escasez que ya se vivía en el país, que me hacía consumir menos. Vivía solo en Caracas, a pesar de que yo era del estado de Guárico", rememora.
     Entonces, él trabajaba como asistente administrativo en una empresa de alimentos, y en seguridad industrial, por lo que ganaba razonablemente y se atendía en una clínica, algo que muchos venezolanos no pueden hacer. Además, lo trataba desde chico un médico, que fue él mismo que le recomendó que se hiciera la prueba para detectar si tenía el VIH.
    Luego le pidieron otro examen: el de CD-4, que revela la cantidad de linfocitos T con los que cuenta una persona para defenderse. Su costo era en dólares porque los reactivos los traían de afuera. “El bolívar está acá abajo y el dólar está acá arriba”, dice hablando con la voz y con las manos, para explicar lo difícil que era conseguir la moneda norteamericana en su golpeado país. Al fin, su hermano le envió 300 dólares desde Colombia, con lo que pudo hacerse la prueba y comer por unos días.
    Sus CD-4 estaban en 100, una cifra bajísima, mientras la carga del VIH era alta. “Me asusté. Ya tenía que hacer magia para salir a trabajar y poder comer. Y ahora debería combatir esto. Sentí mucha impotencia, me puse a llorar, no sabía qué hacer”. Para ayudarlo, su médico le consiguió una caja de retrovirales. Solo que no iba a ser suficiente, pues también debía tratarse del mal que tenía extendido en las piernas.
    El VIH había agravado ese cuadro y ya estaba entrando en la fase del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), la etapa final de la enfermedad, en la que las defensas del cuerpo no pueden contrarrestar el ataque de otros virus oportunistas. Le ofrecieron contactarlo con una ONG en Argentina, o en otros países, y lo agregaron a un grupo de WhatsApp de pacientes seropositivos. Al poco tiempo, el médico lo volvió a citar y le dijo, casi sin anestesia: "Ya en tu estado tienes que salir del país. Si te quedas aquí, tienes una sentencia de muerte".

    Huyendo del virus



    Iniciativa para que las personas se hagan pruebas de detección del VIH en las calles de Lima.
    Iniciativa para que las personas se hagan pruebas de detección del VIH en las calles de Lima. NATALIA TAMARIZ


    Micky es uno de los más de 600.000 venezolanos que han llegado a Perú en busca de una vida mínimamente decente. AHF ha registrado a más de 400 que son portadores del VIH, de un total de 1.100 que ya estarían en este país atendiéndose en los hospitales públicos, donde el acceso a los retrovirales es gratuito desde el 2004.
    Según el doctor José Luis Sebastián, director de la institución para la Región Andina, en Venezuela habría 80.000 personas diagnosticadas con el virus, de las cuales actualmente solo 10.000 estarían tratándose. Así se reportó el año pasado, en una reunión de la Organización Panamericana de la Salud. Los demás, por falta de tratamiento, corren el riesgo de llegar al sida, la fase final y más terrible de la enfermedad.
    Hay otras señales alarmantes. A principios de diciembre pasado, durante el Día Mundial de Lucha contra el Sida, las ONG Acción Solidaria y Red de Gente Positiva denunciaron que la escasez de retrovirales en Venezuela llegaba al 95%. El Gobierno simplemente ya no los estaba comprando. Así, la gestión de la salud pública, en la que también faltan los reactivos para las pruebas, alienta la huida de pacientes a otros lares.
    Tan grave es la situación que, en Cúcuta, la ciudad fronteriza a la cual llegan los miles de venezolanos que salen desesperados de la tragedia económica, AHF ha puesto un centro de atención. En esa localidad ya se han detectado 168 casos de migrantes portadores de VIH que entraron en Colombia. Algunos en situación casi terminal.
    “Recuerdo haber visto en Cúcuta a un joven que llegó del otro lado, es decir, de Venezuela. Estaba en un estado terrible de delgadez, quizás pesaba unos 50 kilos y se le veía letárgico (confuso). Era una imagen de persona en fase sida que yo no veía en el Perú desde los años noventa”, afirma el doctor Sebastián. La ecuación es inevitable: si una persona diagnosticada no toma retrovirales, el virus avanza, las defensas bajan, y enfermedades diversas —desde una diarrea a una tuberculosis— atacan sin piedad.
    Ya hay consecuencias fatales. El 26 de diciembre del 2018, el diario El Tiempoinformaba de que las autoridades del departamento Norte de Santander (cuya capital es Cúcuta) reportaron la muerte de 63 venezolanos por enfermedades asociadas al VIH en los últimos tres años. En la propia Venezuela, los muertos llegaron a 5.000 solo el año pasado, según alertó la Red Gente Positiva.
    Carlos José Díaz, de 25 años, otro venezolano seropositivo que ha llegado a Perú, lleva siete años luchando contra el virus. En su patria, se trataba en el hospital de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas. Pero hace dos años los retrovirales comenzaron a escasear. “La cosa se complicó, no llegaban los medicamentos. Fue entonces cuando decidí salir del país”, dice mientras sostiene en sus manos el lazo rojo que simboliza la lucha contra el sida. Tiene un semblante tranquilo y su voz es suave, delicada.
    Ya no podía tomar las cuatro pastillas al día que necesitaba, de modo que emigró a Colombia un 5 de noviembre del 2016. Llegó a Medellín por tierra, con un amigo que también quería salir. Trató de ingresar al sistema de salud, pero le fue muy difícil, según su relato. Durante cinco meses tomó retrovirales que le mandaban desde Venezuela, por correo postal, aunque luego ya fue imposible. Al cabo de un año, decidió irse a otro lugar.
    Antes regresó a Venezuela a visitar a su madre, cuando ya estaba afectado por la falta de retrovirales. Tenía vómitos y sufrió una crisis respiratoria. Así y todo, se fue por tierra a Bogotá, desde donde tomó un avión a Lima. Llegó en octubre del 2018 y acudió a AHF, donde le pusieron un vinculador, que lo guió por los procelosos pasillos de la salud pública peruana, que es algo más accesible. A la fecha, cuando ya vive en Perú, su trámite para ingresar al sistema de salud colombiano no ha finalizado.

    La carrera de Alfredo

    Alfredo tiene 27 años. Se le ve saludable y es alto, alegre, vigoroso. Tiene contextura fornida y viste con una polera roja y un pantalón vaquero. Exhibe cierto talante feliz y es conversador, locuaz incluso. No parece alguien arrinconado por virus alguno.
    Llegó a Perú en junio de 2017, después de vivir 10 meses en Bogotá. Se enteró que era seropositivo una tarde aciaga de finales de 2015, a los pocos días de haber entrado a trabajar como ayudante de cocina en un restaurante de Valencia, su ciudad venezolana natal. El gerente del establecimiento lo llamó a un aparte...
    —Ya no puedes seguir trabajando acá, le dijo.
    —¿Por qué, si yo no tengo nada?, replicó.
    —Sí, tienes el VIH.
    Para aceptarle en la empresa, le hicieron varios exámenes médicos, entre ellos la prueba de Elisa. Los resultados no se los dieron a él, sino a la gerencia del restaurante. “Lloré, lloré muchísimo, pero luego me di cuenta de que no había necesidad de que me despidieran. Hasta me enteré de que era contra la ley no darme los resultados a mí. Podía denunciarlos”, declara. Pero era tarde lo echaron como si fuera un apestado.


    Alfredo, venezolano que llegó al Perú para poder tratarse del VIH.
    Alfredo, venezolano que llegó al Perú para poder tratarse del VIH. NATALIA TAMARIZ


    Hasta ahora se acuerda de la cara del gerente, que incluso deslizó la idea de que temía que se cortara y “cayera sangre en la comida que preparaba”. Tras el desolador episodio, se fue a su casa, donde vivía con su madre y sus hermanos, pero no les contó el problema. Por entonces, la economía del país ya se caía a pedazos y, por supuesto, pensó en irse. Inmediatamente, inició su trámite para tener un pasaporte, en un tiempo en que aún no era tan difícil conseguirlo. "Costaba unos tres sueldos mensuales", aclara.
    Con la ayuda económica de un amigo, se hizo otra prueba más que confirmó el diagnóstico. Nunca se sintió mal, ni tuvo cuadros complicados. Pero cuando le informaron de que debía hacerse más pruebas ya no había cómo pagarlas. Le dijeron también una lista de seis retrovirales que debía tomar, pero de ellos, al menos cuatro comenzaban a escasear. Fue entonces que cobró fuerza en él la idea de emigrar.
    Al fin, un día encontró en su casa el mensaje del Servicio de Identificación, Migración y Extranjería (Saime), en el que le informaban de que su pasaporte estaba listo. “Cuando lo tuve en la mano lo primero que pensé fue cómo salir”, afirma. Pero antes tenía que juntar dinero. Apostó por una alternativa tristemente de moda: comprar alimentos en Cúcuta y venderlos luego en Venezuela. En octubre del 2016, cuando ya contaba con una cantidad respetable, partió otra vez hacia Colombia, pero ya no volvió.
    No se lo dijo a nadie, salvo a uno de sus hermanos menores, de 16 años, que se echó a llorar. Recién después de estar dos semanas fuera, le escribió a su hermana desde Cúcuta. “Ya no voy a volver”, le dijo. Ella, sorprendida, apenada, le pidió que se cuidara. Tras unos días, partió a Bogotá, donde trabajó en varios empleos, entre ellos en un call center (centro de llamadas). Cinco meses más tarde, llegó a Perú.

    “He visto casos de gente que se fue deteriorando paulatinamente. Yo el día que me enteré, lloré, pensé en mi familia, y de allí casi me olvidé, hasta el día que comencé el tratamiento”, añade. Ahora, como Micky, es un activista que persuade a potenciales portadores para que se hagan la prueba y, si tienen el virus, luchen contra el mal. Y acaso para que mantengan el ánimo contra toda tempestad viral y existencial.
    Dos años y medio después de haber sido diagnosticado, en febrero del 2018 y ya en Lima, empezó a tomar medicamentos contra el VIH. “Yo nunca desarrollé síntomas y hasta engordé. Incluso imaginé que no tenía el virus. Me dije que no tenía nada y que tenía que salir de Venezuela. Como voluntario de AHF, aprendí lo importante que es la parte psicológica”, enfatiza. No hay en su rostro signo alguno de derrota.

    Atajar al mal

    Micky sigue haciendo su labor persuasiva, a calle abierta, mientras la noche avanza en este sector de Lima donde la ley es laxa, a pesar de que un patrullero da vueltas de rato en rato. Proliferan hostales modestísimos, sombríos, ad hocpara la clandestinidad. Frente a la ambulancia hay uno en el que entran un par de personas que (quizás, ojalá) podrían usar preservativo para evitar que el virus siga transitando.
    Judith, una trabajadora de AHF, comenta que en las dos horas han permanecido en ese enclave, su sistema portátil de análisis ya encontró cuatro casos confirmados de VIH. Todos son peruanos, pero en alguna ocasión han detectado a algún venezolano que era portador. Inmediatamente le pusieron un vinculadorpara que vaya a un hospital y consiga los medicamentos que en su tierra escasean sin remedio.
    Entretanto, por la frontera de Cúcuta, o por otras, los venezolanos siguen pasando y algunos, como precisa Sebastián, “no saben que tienen el virus, se enteran en el camino, o lo adquieren al utilizar el trabajo sexual como estrategia de supervivencia”. Antes, incluso durante el Gobierno de Hugo Chávez, el Estado ofertaba un buen tratamiento para el VIH. Pero desde hace unos tres años, la escasez del mismo es uno de los signos más demoledores de esta crisis humanitaria que tiene a la región y al mundo en vilo.

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