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viernes, 15 de marzo de 2019

“El manejo de la fragilidad en pacientes con VIH es el nuevo desafío”.

La lucha contra el virus del VIH ha entrado en una nueva era: el envejecimiento de las personas seropositivas. La comunidad médica ha conseguido reducir la mortalidad y cronificar la situación de los pacientes seropositivos rebajando a mínimos su carga viral para evitar que desarrollen el sida e infecciones oportunistas vinculadas a esta enfermedad. Los tratamientos antirretrovirales han logrado controlar el virus y aumentar la esperanza de vida de la población con VIH (el 43% ya tiene 50 años o más). Sin embargo, este gran avance, impensable hace 30 años, ha revelado nuevos desafíos para la comunidad científica: la entrada del VIH en la tercera edad ha destapado que este colectivo es más vulnerable a otras enfermedades no vinculadas al sida, como los problemas cardiovasculares, insuficiencias hepáticas o renales y tumores, entre otras.
Los infectólogos que atienden a las personas con VIH han ido mutando a la par que las necesidades del paciente. “El infectólogo del VIH es peculiar. Hemos cambiado la atención al paciente, de infectólogos a infectólogos con una visión más parecida a la atención primaria y ahora caminamos hacia una atención más de geriatras”, explica el doctor Hernando Knobel, jefe clínico de medicina interna e infecciosa del hospital del Mar de Barcelona. El centro acaba de ganar una beca Gilead para validar un test que calcula el riesgo cardiovascular en personas con VIH. “Hay la hipótesis de que el VIH genera más riesgo cardiovascular, pero tenemos que ver cuánto porque también influyen factores genéticos, hábitos de vida…” , señala el facultativo.

Según los datos de un metaanálisis de 2012 recogidos por la Fundación Gaspar Casal en un informe, las personas seropositivas tienen un 60% más de riesgo de tener un infarto agudo de miocardio, una angina estable o inestable o un ictus que individuos no infectados . “El evento cardiovascular es multifactorial. El hecho de que tengas VIH no te vacuna de los otros factores de riesgo, como el fumar [la prevalencia de consumo de tabaco también es mayor en la población con VIH], la hipertensión, el sedentarismo. Si la persona controla todo esto, seguramente el aumento de riesgo por VIH será menor”, matiza Knobel (Buenos Aires, 1955). Bajo la coordinación del doctor Jaume Marrugat, médico del servicio, el hospital quiere “ajustar la influencia del VIH” dentro de ese test, que ya se ha validado en población sin VIH.
Knobel sostiene que la prioridad de los clínicos sigue siendo controlar la carga viral del paciente. “Afortunadamente, la mayoría de la gente se toma bien el tratamiento y no tienen sida. De hecho, si siguen las recomendaciones médicas y cumplen con el tratamiento, la esperanza de vida es prácticamente igual a la de la población sin VIH”, sostiene. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha puesto el objetivo 90-90-90, que significa detectar al 90% de los afectados, tratar al 90% de las personas diagnosticadas y reducir la carga viral del 90% de las personas que toman el tratamiento antiretroviral a mínimos. Según los datos del informe de la Gaspar Casal, España va a buen ritmo, aunque falta camino por recorrer: se estima que hay 150.000 personas infectadas. De ellas, 80% están diagnosticadas, de las cuales el 92% están tratadas y, de las que toman antiretrovirales, el 88% tiene la carga viral indetectable.
Con todo, agrega Knobel, el reto que hay sobre la mesa no es menor. “Vemos mayor comorbilidad vinculada al envejecimiento. No está claro que estos pacientes envejezcan más rápido o con más potencia, hay mucha controversia. Pero nos preocupa mucho la coinfección con hepatitis C, las hepatopatías crónicas, los problemas cardiovasculares y neurocognitivos y también la aparición del cáncer, para lo que será necesaria más prevención y diagnóstico precoz”, señala. La Fundación Gaspar Casal ha recogido datos de varios estudios que atestiguan que más del 40% de las personas con VIH tienen la función renal alterada y el 73% presenta un riesgo moderado o alto de progresión a enfermedad renal crónica. El exceso de cáncer en la población con VIH, dice el estudio, es “considerable”, debido a la “inmunosupresión, la frecuente coinfección con virus oncogénicos y comportamientos de riesgo como fumar”. Los más comunes son linfomas no Hodgkin, sarcoma de Kaposi y cáncer de pulmón.
El médico apunta que para afrontar esta nueva realidad de las comorbilidades del paciente con VIH, será necesaria mucha formación, por ejemplo, en la administración del tratamiento. “Hay que tener cuidado porque hay un problema si el médico de cabecera le añade un tratamiento a un paciente y no tiene en cuenta posibles interacciones con los antiretrovirales”, argumenta.
Tampoco está de más, agrega, una vuelta de tuerca en la atención a los pacientes. “La fragilidad, que es el envejecimiento biológico, no cronológico, se anticipa más en pacientes con VIH”, avisa el médico. Los expertos entienden la fragilidad como el resultado de la acumulación de déficits en distintos sistemas fisiológicos, que convierte al paciente en más vulnerable a factores adversos, como caídas, delirium o discapacidad, entre otros. “El manejo de la fragilidad y esta situación cambiante del VIH es el nuevo desafío: hay que mejorar la atención y adaptarse a la realidad de cada paciente. Tenemos que cambiar nuestra forma de atenderlos porque estamos muy acostumbrados a tratarlos y hay que intentar prevenir”, sostiene el facultativo.

"PREOCUPACIÓN" POR LOS TUMORES EN PERSONAS CON VIH

Un estudio del hospital de Álava presentado ayer en el congreso de Gesida (el grupo de estudio del sida de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica) ha probado que las personas con VIH padecen dos veces más tumores que enfermedades cardiovasculares. “Los tumores, por su frecuencia, su tendencia creciente y su potencial mortal, nos preocupan más ahora. El cáncer de pulmón es el que más ha aumentado, incluso en no fumadores, donde la incidencia es mayor de la esperada”, señala el doctor Esteban Martínez, vicepresidente de Gesida.
El estudio demuestra también que la mortalidad es mayor por tumores que por accidentes cardiovasculares. En el seguimiento a los pacientes durante 15 años, fallecieron el 40% de los pacientes con tumor, mientras que de los pacientes con problemas cardiovasculares murieron el 23%. “Los pacientes con VIH no mueren por el VIH ni desarrollan el sida pero, paradójicamente, este cambio favorable, les hace aumentar otras enfermedades”, reflexiona el médico.
Fuente: El Pais.

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