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viernes, 8 de mayo de 2009

Veredicto de culpabilidad en el primer juicio de asesinato por transmisión sexual del VIH.


Un hombre canadiense, considerado responsable de la transmisión imprudente del VIH a siete mujeres (dos de las cuales murieron posteriormente), ha marcado un hito legal al convertirse en la primera persona en ser condenada por asesinato en primer grado por transmisión sexual del virus de la inmunodeficiencia humana.


El caso ha reanimado el debate sobre la criminalización [de la transmisión del virus] en Canadá, donde se han realizado más enjuiciamientos per capita a personas con VIH por exposición sexual o transmisión del virus que en cualquier otro país del mundo.
El juicio se prolongó seis meses y terminó el pasado sábado, cuando, tras tres días de deliberación, un jurado formado por nueve hombres y tres mujeres encontró culpable a Johnson Aziga (de 52 años) de dos cargos de asesinato en primer grado, diez de agresión sexual con agravantes y otro de intento de agresión sexual con agravantes.
El señor Aziga, nacido en Uganda, llegó en 1990 a Canadá como refugiado y fue diagnosticado de VIH en 1996. Tras la disolución de sus diez años de matrimonio en 1998, el señor Aziga salió con varias mujeres que conoció gracias a su trabajo como analista de investigación para el gobierno de Ontario, además de con otras con las que se encontró en bares de Hamilton, un suburbio de Toronto.
En octubre de 2002, una mujer recién diagnosticada señaló a este hombre como contacto sexual reciente. Desde 1998, la legislación canadiense ha exigido que las personas diagnosticadas de VIH revelen su estado serológico a sus parejas sexuales antes de tener relaciones que puedan suponer un riesgo de transmisión. Al señor Aziga se le ordenó que practicase sexo seguro atendiendo a la Sección 22 del Acta sobre Protección y Promoción de la Salud de Ontario. Asimismo, se le pidió que proporcionase una lista de sus anteriores parejas sexuales.
En marzo de 2003, otra mujer recién diagnosticada también mencionó a este hombre como contacto sexual reciente. El departamento de salud de Hamilton emitió una segunda orden de salud pública dirigida al señor Azaga e informó a la policía, que puso al hombre bajo vigilancia. Fue arrestado en su casa en agosto de 2003, mientras mantenía relaciones sexuales sin protección con una mujer que, a partir de entonces, ha dado positivo al VIH y que fue identificada en el tribunal como ‘Sra. C’. Esta mujer había estado saliendo con el señor Aziga desde febrero de 2003 y, el año pasado, presentó una demanda de seis millones de dólares canadienses (unos 3,6 millones de euros) contra los departamentos de policía y salud pública de Hamilton por haberla utilizado presuntamente como “cebo”.
Tras un llamamiento generalizado en los medios por parte de la policía en busca de más contacto sexuales y las muertes de dos mujeres (a finales de 2003 y principios de 2004) que también habían señalado al hombre como pareja sexual, el señor Aziga fue finalmente acusado de dos cargos de asesinato en primer grado y once de agresión sexual con agravantes. La legislación canadiense dispone que si alguien muere tras una agresión sexual con agravantes, supone automáticamente a una acusación de asesinato en primer grado.
El señor Aziga, que ha estado confinado en prisión desde su arresto en agosto de 2003, ha tenido seis equipos de defensa que han retrasado su juicio hasta que, al final, éste se inició en octubre de 2008. Ante el tribunal declararon las once demandantes, siete de las cuales creían haber sido infectadas por VIH por el acusado, incluyendo testimonios en vídeo y audio pregrabados de las dos mujeres muertas. Ambas indicaban que el señor Aziga no les había revelado su estado serológico al VIH antes de practicar sexo sin protección y que no lo habrían hecho con él si lo hubiera comunicado.
Una de las mujeres, conocida como ‘SB’, murió en diciembre de 2003 a los 51 años de edad como resultado de un linfoma no de Hodgkin diagnosticado en 2001. Sin embargo, no se había sometido a la prueba del VIH hasta junio de 2002. Afirmó que el acusado le transmitió el VIH durante el verano del año 2000.
La segunda mujer muerta que había sido pareja sexual del señor Aziga, identificada como ‘HC’, se citó con el acusado durante un año a partir de octubre de 2001. Fue diagnosticada de VIH en noviembre de 2002 e inició terapia antirretroviral un año más tarde. No obstante, en abril de 2004, fue diagnosticada de linfoma de Burkitt y murió en mayo de ese mismo año.
Varios expertos testificaron que, si bien esta progresión tan rápida es rara, existen antecedentes.
Aunque la defensa planteó dudas respecto al origen del VIH en estas mujeres y en otras que habían tenido otras parejas en la misma red sexual y que quizá también habrían compartido una cepa similar del subtipo A del virus, el jurado creyó en el testimonio del doctor Paul Sandstrom, director de los laboratorios nacionales de VIH y Retrovirología de la Agencia de Salud Pública de Canadá, quien concluyó que sólo el acusado podía haber infectado a las siete demandantes con VIH.
El testimonio del doctor Julian Gojer, un psiquiatra forense contratado por la defensa para valorar el estado mental del acusado y ofrecer explicaciones sobre su comportamiento, resultó contraproducente para el defendido cuando fue interrogado por la acusación. Aunque el doctor Gojer había encontrado que las experiencias traumáticas del señor Aziga durante su juventud en Uganda y Kenia le habían provocado un daño cognitivo que podría haberse visto agravado por su infección por VIH, también admitió que éste aún era capaz de determinar si estaba mal practicar sexo sin protección sin revelar su estado serológico.
En su recapitulación, realizada el pasado miércoles, el juez del tribunal supremo Thomas Lofchik hizo saber al jurado que si consideraban que los siguientes nueve puntos quedaban probados más allá de una duda razonable, podrían encontrar al acusado culpable de asesinato:
1. Que el señor Aziga había mantenido relaciones sexuales con penetración sin protección con las dos mujeres fallecidas.
2. Que era consciente de que tenía VIH en el momento de practicar sexo con las mujeres.
3. Que, antes de la práctica sexual, el acusado era consciente de que estaba obligado por ley a informar de su estado serológico a todas sus posibles parejas sexuales.
4. Que no reveló su estado serológico a las dos mujeres.
5. Que las mujeres no habrían consentido la práctica de sexo sin protección de haber revelado el hombre su estado serológico.
6. Que ambas mujeres fueron infectadas por el virus del señor Aziga.
7. Que el acusado fue el causante de la muerte de las mujeres al infectarlas por VIH durante la práctica de sexo.
8. Que el hombre pretendía provocar la muerte de las mujeres o causarles un daño físico que sabía que era probable que causara la muerte, y que fue imprudente tanto si ésta se hubiera producido como si no.
9. Que la agresión sexual con agravantes, la infección por VIH y la muerte de las dos mujeres fueron parte de una secuencia continúa de hechos que constituyen una única operación.
El jurado encontró al acusado culpable de los dos cargos de asesinato y de diez de los once de agresión sexual con agravantes, principalmente porque la legislación canadiense define de forma esencial como fraude el sexo consentido sin haber desvelado de manera previa el estado serológico al VIH. El señor Aziga recibirá la sentencia el 7 de mayo. Una condena por asesinato en primer grado supone, automáticamente, una cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional durante 25 años. Cada acusación de agresión sexual con agravantes supone una sentencia máxima de 14 años. El acusado ya ha pedido a su abogado que solicite ayuda legal a fin de conseguir más fondos para una apelación.
Aunque el juicio por doble asesinato de Aziga es único, desde 1989 casi noventa personas con VIH han sido enjuiciadas (y casi 70 condenadas) por exposición o transmisión criminal del VIH en Canadá. Algunos de los médicos especialistas en VIH más prominentes del país, incluyendo el doctor Mark Winberg y el profesor Julio Montaner, se han manifestado de manera reciente en contra de dichos enjuiciamientos, apoyándose principalmente en motivos de salud pública.


Fuente: Grupo de trabajo sobre tratamientos de VIH.

5 comentarios:

Juanita dijo...

Hola Lua; desde mi punto de vista, no sólo el enjuiciado fue responsable de estos hechos, las "victimas" tendrían que haber utilizado algún medio de prevención (condón) principalmente si esa persona era un completo extraño cuando tuvieron relaciones; bueno, aunque sean extraños o no, símplemente en estos tiempos debemos ser cuidadosos. Me gustó tu trabajo y el hecho que hayas visitado y comentado mi espacio que ahora es tuyo, gracias, te mando un beso y un abrazo, hasta luego.

Anónimo dijo...

Me parece razonable el comentario de Janys, cierto que no hay que engañar, pero también lo es que no hay que ser 'idiota' y protegerse.

♥ meninheira ♥ dijo...

Qué fuerte!!

BRILLI-BRILLI dijo...

Tanto si uno es posiotivo como si no lo es todos debemos protegernos.Nadie es culpable por tener una enfermedad,y todos somos culpables por no utilizar medios.Interesante post.
Besos

Xoaniña Rosmona dijo...

Desconocia la noticia y me parece sorprendente e impactante.
Gracias Luiña por ponernos al día con noticias tan interesantes como esta!!

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